Me siento triste en la dictadura de la felicidad

Como ser feliz

Parecer feliz

La dictadura de la felicidad Autora e ilustradora del post – Vanessa Ramiro Pulido

¿Por qué nos avergonzamos de las emociones negativas?


Desde los inocentes “No llores” o “No te enfades” que decimos a los niños, hasta los “No te preocupes, todo va a salir bien” o “Mira el lado positivo, por algo será” con los que animamos a un amigo enfermo o que está pasando por una ruptura. Incluso los “El que canta sus penas espanta”, “Al mal tiempo, buena cara”, “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, “Estás aquí para ser feliz”, “Cree en ti y todo será posible” con los que nos bombardean a diario la sabiduría popular, la publicidad o los artículos de regalo.

Como si ser positivo estuviese de moda, como si viviésemos en una burbuja en la que la felicidad está garantizada.

“Ese bombardeo constante genera la sensación de que la vida debe ser fácil, que puedo conseguir lo que me proponga solo por desearlo y que si no consigo lo que quiero o no me siento feliz si lo tengo, es porque algo está mal en mí. Sin embargo, el trabajo, el esfuerzo y los sacrificios detrás de esos logros se invisibilizan y se minimizan”, afirma María José Collado, doctora en Psicología y especializada en ansiedad y estrés.

Se puede ser feliz y estar triste


Desde pequeños aprendemos que las expresiones de tristeza, enfado, ira, preocupación o miedo no están muy bien aceptadas. En general, nuestra cultura aparta todo lo que tiene que ver con aspectos negativos.

Pero ¿qué pasa si me esfuerzo mucho y no lo logro? ¿Y si no consigo el trabajo de mis sueños? ¿Y si quiero y no puedo tener hijos? ¿Y si mi relación de pareja no es idílica? ¿Y si no gano suficiente dinero para viajar tanto como deseo? ¿Y si estoy enfermo?¿No puedo estar triste, frustrado, deprimido o preocupado?

“Muchas personas buscan la felicidad como una ausencia absoluta de tristeza, ansiedad, enfado… más que como una condición de equilibrio en la que las distintas emociones pueden convivir sin sobrepasarnos ni absorbernos”, explica la doctora Collado y continúa: “En una vida feliz tienen cabida todas las emociones porque nos ayudan a adaptarnos a las circunstancias que vivimos. Es necesario enfadarse si algo es injusto porque nos ayuda a defender nuestros derechos y ponerlos en valor protegiendo nuestra autoestima. Es necesario preocuparse si algo es importante porque nos ayudará a anticiparnos a lo que pueda suceder. La tristeza puede ayudarnos a parar, a que reconsideremos el camino que hemos elegido o lo que es valioso para nosotros”.

Las redes sociales, un arma de doble filo


Y en medio de una cultura que ya rechazaba cualquier atisbo de emoción negativa llegaron las redes sociales en general e Instagram en particular. Un mundo en el que suelen ensalzarse continuamentevalores como la belleza, la alegría, la diversión, la fortaleza, el estar siempre bien, el ser positivo, el llegar a todo…¿Cómo afecta eso a nuestras emociones?

“Compararnos con los demás es un arma de doble filo. Puede generarnos una gran motivación para alcanzar logros que son importantes para nosotros, pero también emociones como envidia, frustración, indefensión, culpa, etc. y, con ellas, baja autoestima. Esto ocurre sobre todo si con esa comparación establecemos unos objetivos poco realistas o no somos capaces de dar los pasos adecuados para conseguir el objetivo”, nos cuenta la psicóloga.

Aquellos a los que seguimos habitualmente pasan a formar parte de nuestra realidad social, pero realmente no es así. Esas personas pueden hacernos partícipes a través de sus publicaciones de su vida, de sus viajes, de su trabajo y, sin embargo, siguen siendo desconocidos que nos muestran únicamente aquello que quieren que veamos.

“Las redes sociales generan la falsa sensación de que los demás viven vidas perfectas, felices, en las que tienen todo lo que desean y saben disfrutarlo. Esta falsa felicidad está provocando nuevas formas de expresar ciertos trastornos”.

Se refiere la doctora a la cada vez más frecuente ‘depresión sonriente’, personas que viven vidas aparentemente felices, manteniendo las apariencias en distintos contextos sociales, pero que se sienten tristes, vacías, desamparadas. Casi siempre por miedo a parecer raras, débiles, etc. o simplemente por no estar dispuestas a aceptar esta sintomatología. “Es una forma, bastante extrema, de dar nuestra mejor cara, de hacer aquello que socialmente se espera que hagamos si triunfamos en la vida y, con ello, mantener en lo posible nuestra autoestima”.

El peligro de ‘estar siempre bien’

Todos conocemos a alguien que a través de sus redes sociales nos muestra una vida apasionante, que ante una ruptura sentimental se ha ido de fiesta como si nada pasara, que ante el fallecimiento de un ser querido se ha volcado en el trabajo o que ante una mala racha personal nos ha dicho “No pasa nada, estoy bien”.

Viviendo como hacemos en una sociedad que no tolera bien el dolor, el malestar o el sufrimiento, tendemos a avergonzarnos de no estar bien. Necesitamos tanto sentirnos felices y proyectar esa felicidad hacia fuera y que todos la vean que no soportamos convivir con la tristeza o la frustración y hacemos un esfuerzo enorme por ocultarlo.

“El problema es que no daremos respuestas adecuadas en diferentes situaciones. Nuestras habilidades sociales se basan en gran medida en leer las respuestas emocionales del otro, pero si esa persona no da las respuestas ‘adecuadas’ en esa situación, las relaciones se distorsionan. Por ejemplo, si una persona hace un comentario inoportuno acerca de algún aspecto de nuestra vida y no mostramos enfado, la otra persona considerará que no nos afecta y podrá decirnos cosas inoportunas siempre que lo desee. A largo plazo, no expresar las emociones marca de forma importante las relaciones. Pero, además, es muy probable que, si trato de ocultarlo, no haga nada para solucionar el problema, por lo que tenderá a prolongarse y a agravarse”, finaliza la doctora Collado.

El peligro no es estar deprimido, triste, enfadado o frustrado, sino que esas u otras emociones dominen nuestra vida. Solo entonces, cuando sean demasiado intensas e interfieran de forma negativa en nuestro ánimo y en nuestro comportamiento, tendremos que aprender a trabajarlas a través de terapia psicológica.

Las emociones existen para ser sentidas. Es importante darse cuenta de qué estamos sintiendo y por qué, saber expresarlo a los demás y valorar si lo que nos impulsa a esa emoción nos ayuda a lograr nuestros objetivos o no.


Pincha aquí si quieres conocer a la psicóloga – Mª José Collado Mateo – Psicóloga Col. M-21954

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