El estrés crónico produce una alta activación fisiológica caracterizada por taquicardia, aumento de la tensión arterial, sudoración, alteraciones del ritmo respiratorio, aumento de la tensión muscular, aumento de la glucemia en sangre, aumento del metabolismo basal, aumento del colesterol, inhibición del sistema inmunológico, sensación de nudo en la garganta, dilatación de pupilas, etc. Esta activación, al mantenerse en el tiempo ocasiona ciertas disfunciones como dolores de cabeza tensionales, problemas
cardiovasculares, problemas digestivos, problemas sexuales, a su vez, el estrés puede producir otros cambios como la inmunodepresión que hace aumentar el riesgo de infecciones y de enfermedades inmunológicas. Además, altera los procesos cognitivos superiores (atención, percepción, memoria, toma de decisiones, juicios, etc.), lo que deriva en un deterioro del rendimiento laboral.

Durante estos meses la falta de material ha incrementado el riesgo biológico al que los sanitarios están expuestos,
generando grandes niveles de estrés, miedo e indefensión ante el contagio de la enfermedad. Todo este proceso se ha desarrollado en un entorno de jornadas interminables unido a las propias situaciones familiares de cada uno, los niños en casa, los familiares enfermos, etc. Este proceso de estrés agudo tan intenso genera, cuando acaba la fase de resistencia del estrés, un proceso de burnout sumado, en muchos casos, al estrés postraumático debido a la suma del miedo al contagio y la muerte y el afrontamiento de la muerte de tantos pacientes.

El personal sanitario está habituado a afrontar situaciones muy duras y difíciles, tiene experiencia en afrontar la muerte de los pacientes, pero… ¿a tan gran escala? Hay toda una serie de pautas y normas sociales que permiten afrontar de la enfermedad y la muerte de forma psicológicamente sana, sobre todo a través del apoyo social. Sin embargo, en esta situación de
emergencia el contacto social de los enfermos ha desaparecido y el del personal sanitario ha disminuido drásticamente debido a las interminables jornadas que han impedido un descanso y un apoyo social adecuado para afrontar esta situación. De esta forma, se ha incrementado la carga emocional del personal sanitario que atiende a personas que se encuentran “solas” dentro del sistema sanitario.

La sobrecarga de trabajo suele conducir a una mayor desvinculación emocional de las tareas, sin embargo, bajo esta situación de emergencia que hemos vivido para gran parte de estos trabajadores ha resultado difícil esta desvinculación. La trágica suma de muertes puede generar también un gran sentimiento de indefensión en el personal sanitario, que ve que sus esfuerzos no son recompensados con la recuperación de muchos de los pacientes.

• 1) Atiéndete, prioriza el descanso sobre otras demandas no urgentes.
• 2) Optimizar la gestión del tiempo: atender primero a lo urgente, revisar qué nos roba tiempo y cómo mejorar, delegar en lo posible y establecer parámetros para decir NO.
• 3) Crear un espacio para tomar consciencia de los logros de cada día y del valor humano de las tareas realizadas con independencia de los acontecimientos. Por ejemplo, la atención óptima de un paciente es independiente de su muerte. Tomar consciencia de hasta dónde podemos llegar y dónde no, valora tu trabajo.
• 4) Mejorar la comunicación para que sea una comunicación eficaz, en ocasiones perdemos tiempo o ciertas tareas no se realizan porque no hemos comunicado adecuadamente una petición: lenguaje sencillo, claro y directo.
• 5) Apoyo social: mantener en lo posible el contacto con compañeros, amigos y familiares.
• 6) Desconecta de la sobreinformación de los medios de comunicación y de las redes sociales.
• 7) Pide ayuda si lo necesitas.