¿El sexo calma la ansiedad?

El sexo calma la ansiedad

Ansiedad y sexo


Cuando la ansiedad me afecta en la cama (y no sólo porque me quita el sueño).

La ansiedad es el mal del siglo XXI. Los ansiolíticos son ya la tercera “droga” más consumida (sólo detrás del alcohol y el tabaco), según el Ministerio de Sanidad. La paradoja de ser la sociedad con mayor grado de confort y a la vez, la más estresada. Ser mujer, madre, trabajadora, ama de casa, amiga, amante y estar a la vez estupenda nos está pasando factura. Demasiadas expectativas (algunas autoimpuestas) para no morir en el intento, o al menos para dejarnos parte de nuestra salud.

Y el terreno sexual no se escapa de esta “quema”, siendo uno de los que se resiente de este frenético ritmo. Hay personas que utilizan las relaciones sexuales como un modo de liberarse del estrés (para ellos tener relaciones les quita el estres, algo similar a lo que ocurre cuando hacemos ejercicio físico, como un modo de soltar tensión) pero para otras muchas, la ansiedad afecta de forma importante a su sexualidad llegando incluso a provocar trastornos y disfunciones.

En este artículo (que no pretende ser exhaustivo ya que el tema da para ríos de tinta) abordaremos brevemente la incidencia de la ansiedad en la sexualidad femenina y el efecto que el estrés puede tener en nuestras relaciones más íntimas.


¿Puedo tener relaciones si tengo ansiedad?

3 problemas de la ansiedad y el sexo



1. Ansiedad y problemas de deseo

Para conectar con el deseo, hay que tener el sexo presente, y por lo general, el sexo no aparece en nuestro “top ten” de ocupaciones diarias. Cuando llevamos un ritmo frenético en el día a día y llegamos agotadas a casa, las relaciones sexuales no suelen ser una prioridad (quizás un masaje de pies… pero no subamos más allá de la rodilla).

Si este es tu caso, quizás al menos una vez en semana puedas hacer escalar la intimidad sexual unos puestos en tu “To Do List” y dejarte llevar. Empieza por algo de cariño, un poco de sensualidad y quien sabe si algo más… (quizás ese masaje de pies pueda tener un “final aún más feliz”).

2. Ansiedad y problemas de excitación



el sexo calma la ansiedad

Cuando sentimos ansiedad nuestro Sistema Nervioso Parasimpático (responsable de la respuesta sexual) se desactiva. Si esto ocurre, no llegaremos a excitarnos, y por lo tanto no habrá lubricación vaginal (lo que puede provocar dolor en las relaciones de penetración, también conocida como dispareunia). Además, a veces la ansiedad nos lleva a contraer de forma involuntaria nuestra musculatura, incluida la que rodea la vagina, lo que podrá llegar a impedir la penetración (lo que se conoce como vaginismo).

Si este es tu caso, es importante que busques llegar a la relación con el mayor grado de relajación posible y utilizar algún lubricante puede ser una gran idea. En los casos más severos será necesaria la ayuda de una sexóloga para tratar de una forma más profesional estas dificultades.

3. Ansiedad y problemas para alcanzar el orgasmo

El orgasmo es un reflejo que se produce cuando la excitación llega a cotas altas y nos “abandonamos”, nos dejamos llevar, fluimos… En situaciones de ansiedad tendemos a tensarnos y tratar de tener el control y esto boicoteará el reflejo orgásmico. Además, la ansiedad en forma de preocupaciones es probable que nos disperse y nos haga perder el foco de aquello que nos resulta estimulante, por lo que la excitación, no llegará a elevarse lo suficiente como para desencadenar el orgasmo. Si te ha pasado esto en alguna ocasión, no olvides soltar el control, fluir y dejarte llevar. Sólo así, el orgasmo llamará a tu puerta.


Si sufres de ansiedad o estrés y has vivido alguna de estas dificultades en la cama, es hora de ponerle freno. La relajación, la meditación, el mindfulness y el ejercicio físico son tus aliados. Y si necesitas que alguien te acompañe en este camino, no lo dudes y consulta a profesionales como nuestras psicólogas de la ansiedad o a las psicólogas de Aidé ellas te harán más fácil esta travesía a la calma.

Cuida tu cuerpo y cuida tu mente; no hay recambio para ninguno de los dos.

Autora Rebeca Lajos Rañó. Psicóloga-Sexóloga en Aidé Psicología

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