¡¡No paro en todo el día de hacer cosas!!
Colegio, extra escolares, deberes, comidas, meriendas, cenas, plancha…
¿Te suena? A mí y a la mayoría de las mujeres nacidas durante las generaciones de los 60´s, 70´s, 80´s y 90´s también. Somos padres y madres que queremos e intentamos darlo todo en el trabajo, en la familia, en la vida social y por supuesto en la educación de nuestras hijas/os.
Pero… ¿Qué hacer cuando el cansancio, el estrés o el agotamiento aparece tras una larga jornada de no parar? Somos mujeres y hombres reales…
No quiero gritarles, pero a veces el cansancio me pasa factura Primera hora de la mañana, prisas por intentar llegar pronto al colegio. -«Venga vaaaamos!!! Veeeenga vaaaamos. Tómate el zumo que no se te junte con la leche!!!» – Tono de voz cordial y firme. Sin embargo nuestro intento de controlar el tiempo no siempre tiene que coincidir con el de nuestras/os hijas/os que pueden demorarse hasta el infinito mientras se visten. -«Deja de jugar con las lentejuegas del jersey. Venga vaaamos!!! Que todavía tienes que ponerte las deportivas y lavarte los dientes!!!» – En este punto el tono de voz es de enfado y prisas. A veces la suerte está de nuestra parte y se visten, se lavan la cara, los dientes, se ponen las zapatillas… todo a su tiempo. Sin embargo, en otras ocasiones, me atrevería a decir que en la mayoría, los astros no se alinean a nuestro favor: -«¿Pero qué haces saltando ahora a la pata coja?… ¡¡¡Solo llevas una zapatilla puesta!!!????»- Es el momento de sacar la artillería pesada – «Vamos!!! Mira que me monto en el coche y no te espero» – Los decibilios están dentro del límite permitido por la ley en locales cerrados. El o ella, a pesar de nuestro timbre de voz, seguirá saltando a la pata coja a nuestro alrededor, tal vez protestando y argumentando por qué es importante estar solo con una zapatilla puesta. Nosotras seguiremos con nuestro ritmo… colocando los vasos en el lavavajillas, programando la lavadora, sacando la carne del congelador para la cena, lavándonos los dientes. De pronto la mente a tope de tareas, nos lanza una nueva orden que encolar en la lista de tareas: -«No le he echado colonia!» – Coges el bote y empiezas a seguir a tu pequeño/a, rociando a diestro y siniestro para garantizar el perfumado. Entre flus! y flus! ocurre lo inevitable. Aparece la protesta fuera de formas del pequeño o pequeña: -«Mamá, déjame en paz!!!» Las prisas, la tensión, el estrés de estar tirando de el o ella para que haga las cosas a tiempo, la rabia por recibir una mala contestación se agolpan en la boca del estómago, suben y cuando te das cuenta estás gritando: -«¡¡Cómo que te deje???!!! Pero, tú que te has creído? Tiiira para alaaaante yaaaaaa» Lágrimas mientras termina de guardar las cosas en la mochila, caras enfadas (la suya y la suya). Sensación de malestar remezclado con la culpa que envuelve por completo todas tus neuronas. ¿Qué hacer? Tranquila! Tranquilo! Lo primero es aceptar la situación sin juzgarte. Has gritado, no está bien, pero no es el fin del mundo. Eso sí, es el momento de actuar para no repetir la estrategia…
Recuerda que lo importante es identificar y empezar a hacer pequeños cambios si las cosas no salen como tú habías planificado inicialmente. Las super mamás y los super papás, solo existen en las portadas de las revistas, nosotras somos del interior….¡reales! |
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